DUBAI
El Mercurio, de Santiago_ (en árabe: دبيّ) es uno de los siete emiratos que integran desde 1971 los Emiratos Árabes Unidos. Su población asciende a 1.182.439 habitantes (2006). Está construyendo el edificio más alto del globo. Y planea crear un archipiélago llamado The World, que recreará a escala los cinco continentes, y cuyos terrenos ya están siendo adquiridos por famosos y millonarios. Mezcla de islam, ultramodernidad y opulencia, la llamada Ciudad del Oro sorprende por donde se le mire. Esta no es una ciudad de otro mundo, pero a veces parece que lo fuera. Los Emiratos Arabes existen hace sólo tres décadas, pero hoy es una de las potencias económicas del mundo. En tiempo récord, el país pasó de ser de un pequeño reino de nómadas a una próspera potencia petrolera. Aspira convertirse en uno de los centros turísticos y financieros más importantes del mundo, y ya tiene una cara que deslumbra: Dubai, la joya del golfo Arábigo, y una de las ciudades más sorprendentes del Medio Oriente. En rigor habría que llamarla emirato igual que a sus seis compañeros federados que conforman los Emiratos Arabes Unidos: Abu Dhabi (el más grande, Dubai es el segundo), Ajman, Fujairah, Ras Al Khaimah, Sharjah y Umm Al Quwain. Si bien todos comparten el hecho de ser una especie de oasis en el desierto de Rub al Kahli –uno de los más áridos del mundo–, la diferencia está en que cada uno tiene su propio gobernante y sus propias leyes. El proyecto Dubai no era más que un pequeño asentamiento humano a orillas del golfo Arábigo, sustentado por la pesca y el comercio de piedras preciosas. Siempre fue un pueblo dominado, primero por los turcos, luego por los mongoles, los portugueses y, finalmente, los ingleses. Ellos estuvieron en la zona hasta 1971, cuando la mayoría de los reinos (excepto Qatar y Bahrein) acordaron unirse y formar los Emiratos Arabes Unidos. El artífice de ese hecho fue el sheikh Zayed bin Sultán Al Nahyan, que gobernó Dubai hasta su muerte, en noviembre de 2004. Bajo su mandato, noviembre de 2004. Bajo su mandato, este emirato se convirtió en una urbe ultramoderna, con una economía poderosa, que no sólo se basa en el petróleo, sino también en el comercio y el turismo. El comienzo de toda visita a la ciudad es el Dubai Creek, un canal que entra desde el mar y que la divide en dos. Por el Norte está Deira, la parte comercial y tradicional, y por el Sur Bur Dubai, donde se mezcla la ciudad histórica con los barrios modernos. Esta ciudad no es fácil de recorrer a pie, pero en la costanera podrá pasear a bordo de un abra o taxi acuático, y así evitarse los tacos de los puentes y túneles. Funcionan hasta medianoche y un recorrido de diez minutos cuesta treinta centavos de dólar. Ahora, si quiere algo más completo para navegar el canal, Creekside Leisure hace recorridos de una hora en los dhows, barcos tradicionales pesqueros adecuados al turismo (US$ 10). Es recomendable adentrarse en Deira, el centro del comercio y de los zocos, los mercados tradicionales. Por veinte dirhams (US$ 6) se puede fumar shisha, la famosa pipa de agua árabe con agradables esencias de tabaco. Por aquí también es posible probar algo de la comida local, como el falafel (bolitas fritas hechas de puré de garbanzos y semillas de sésamo), labbouleh (maíz partido y remojado mezclado con tomates, cebolla, menta y perejil), o koussa mahshi (calabacines rellenos). No encontrará cerdo. Está prohibido por el islam. El café tradicional o gahwa se sirve sin azúcar, y es símbolo de bienvenida y hospitalidad. Dubai también es conocida como la Ciudad del Oro, así que, si quiere mirar vidrieras o si su billetera aguanta vaya al Gold Souk (Nr. Hyatt Regency Intl, Deira). Es un laberinto de tiendas donde venden joyas de este metal y también piedras preciosas. O vaya al zoco cubierto y a la Deira Tower, sitios ideales para alfombras y especias. Jumeirah es el barrio de fastuosas residencias, hoteles de lujo y movida nocturna. Tiene excelentes playas y una de las mezquitas más bellas de Medio Oriente. Además es la única que se puede visitar en Dubai. En Jumeirah hay unos 400 hoteles, y el 75 por ciento, cinco estrellas. El más famoso de ellos es el Burj Al Arab, cuya peculiar silueta destaca a kilómetros de distancia. Si por esas casualidades de la vida no dispone de tres mil dólares diarios para alojarse allí, sepa que al menos podrá verlo desde la playa. Parecerá entonces que no está en el Medio Oriente, entre dunas y camellos. De ninguna manera. Usted está en Dubai.